El oro ya no es lo que era. De ser reserva prácticamente espiritual, un seguro de vida intocable para los Gobiernos, ha comenzado a ser parte de la leyenda. Ahora a los bancos centrales les interesa más tener activos con más liquidez y menos arriesgados. Durante los últimos años, después de la instauración del euro como moneda única, en Europa se ha desatado una frenética venta de sus reservas de oro.

Los bancos centrales acordaron en 1999 reducir el tamaño de sus depósitos de lingotes
En España, donde la dictadura franquista convirtió las reservas de oro en una especie de trauma histórico desde el famoso oro de Moscú (el Gobierno republicano trasladó la mayor parte de las reservas a Rusia durante la Guerra Civil), el banco central ha vendido casi la mitad de las que tenía durante los tres últimos años hasta dejarlas en algo más de nueve millones de onzas, 280 toneladas, lo que ha supuesto unos beneficios de 2.500 millones de euros.

¿Por qué se ha producido esta masiva venta? La explicación es sencilla. La función del oro como inversión ha cambiado con el tiempo, ya no sirve para compensar pagos entre países ni para intervenir en los tipos de cambio ni, incluso, es una garantía como diversificación de activos.

Los bancos centrales buscan el mínimo riesgo y la máxima rentabilidad de sus activos. En esa ecuación riesgo/rentabilidad, tener muchas reservas de oro es arriesgado y no genera ninguna rentabilidad y, si se venden, los ingresos que se obtienen contribuyen a mejorar las arcas públicas. Los bancos, en lugar de tener un activo no rentable, han optado por ponerlo en valor vendiendo parte de las reservas. Es decir, se baja el riesgo y se eleva la rentabilidad.

Así que, cuando se constituyó el Banco Central Europeo (BCE) y los bancos centrales de los países del euro transfirieron sus responsabilidades en política monetaria a Francfort, acordaron vender a terceros -los principales compradores son economías emergentes y países asiáticos- parte de las reservas que no habían transferido al BCE. El acuerdo, al que también se sumaron otros países europeos fuera del área euro, fijó plazos de cinco años, de manera que unos países vendieran entre 2000 y 2004, y otros entre 2005 y 2009 a razón de un máximo de 400 toneladas al año en el primer periodo, y de 500 en el segundo periodo. En éste le tocó a España, menos apremiado para recibir ingresos.

Al comienzo del periodo, las reservas del Banco de España ascendían a 16,8 millones de onzas (525 toneladas). Desde entonces, ha vendido el 46%, un total de 7,7 millones de onzas (242 toneladas), lo que ha supuesto unos ingresos de 3.500 millones de euros, según datos públicos de la institución. De esta cifra, unos 2.500 han sido plusvalías que se han destinado a reforzar el balance del Banco de España, mediante aportación de capital y reservas o para compensar algunas minusvalías provenientes de créditos pasados con algunos organismos, sobre todo con la Seguridad Social.

La entidad se ha aprovechado del alza del precio de la onza, que el viernes cotizaba a 706 dólares. Este precio, no obstante, suele tener fuertes oscilaciones que le han llevado a pasar de más de 900 dólares a finales de los años setenta a menos de 300 a principios de esta década.

Los ingresos obtenidos han permitido que la entidad cuente hoy con 2.000 millones de euros de recursos propios (1.000 millones de capital y otros 1.000 de reservas) frente a los 4,54 millones que tenía a finales de 2005. Es decir, una situación patrimonial mucho más ágil, que permite autofinanciarse y no tener que depender de los Presupuestos Generales del Estado.

Es decir, los ingresos se han quedado en el banco y no han ido a parar al Tesoro para otros menesteres. En círculos políticos de la derecha se ha especulado con que se destinarían a financiar medidas sociales anunciadas por el Gobierno en la precampaña electoral, como las ayudas para los recién nacidos, o a sanear la balanza de pagos. Según fuentes consultadas, parece absurdo pensar eso cuando las ventas de reservas se están haciendo desde 2005 y responden a un acuerdo alcanzado en 1999, precisamente durante el primer Gobierno del PP.

Este acuerdo entre los bancos centrales, además, permite que el banco central español siga vendiendo hasta 2009 con el único límite mencionado de no pasar de 500 toneladas al año. Sin embargo, la entidad ha decidido mantener las reservas en torno a los nueve millones de onzas (280 toneladas) que quedan en la actualidad. El Banco de España, en ese sentido, ha seguido la política trazada en el anterior turno por otros bancos centrales (Suiza y Reino Unido las redujeron a la mitad, y Francia se desprendió de cerca de 20 millones de onzas, aunque todavía mantiene más de 80 millones) y ha dejado las reservas en un colchón considerado de prudencia que puede utilizarse en otras ocasiones.