Lo de la política, en época electoral, no deja de sorprenderme. Me maravilla la facilidad de los políticos para negar lo evidente, para reprocharse los unos a los otros lo que ellos mismos han hecho en el pasado, el ejercicio de amnesia al que se someten y la poca fiabilidad de sus promesas ante la opinión pública, ante sus electorados. Nos mienten piadosamente y además lo sabemos.
Aquí pasa que cada formación tiene ya su séquito de fieles y entre los que no están demasiado motivados para ejercer el voto, (abstencionistas) y los que deambulan entre las fronteras ideológicas que limitan do o tres formaciones políticas (indecisos), van a salir las diferencias de resultados entre estas elecciones y las pasadas del 2003.
Ocurre también que los primeros, en Catalunya son tradicionalmente muy numerosos, se calcula que un 22% del electorado ha decidido no participar en ninguna elección y salvo en casos de fuerza mayor como en las antiguas elecciones generales, no se moviliza ante las urnas y permanece impasible ante lo que el resto querramos opinar.
Pasa también que el propio cansancio de lo ya conocido, de lo más reciente máxime cuando esto no ha sido lo ilusionante, (en Catalunya lo llamamos “engrescador”) que debiera haber sido sino más bien todo al contrario, traslada a los segundos desde esa acera en la que se habían posicionado a la opuesta.
Con estas premisas es fácil acertar quien va a ganar mañana, de lo que se trata es saber por cuanto, yo pronostico que por mucho, máxime si como ha sido el caso, el resto a lo único que aspira es a reeditar ese trio que nada más tienne en común las ganas de que CiU no gobierne.
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