La facilidad con que la tecnología traduce cualquiera de nuestros actos cotidianos en ceros y unos, es pasmosa. Voy al cajero automático, ceros y unos, accedo a mi ordenador en mi puesto de trabajo, ceros y unos, compro una simple botella de leche, ceros y unos, lo dicho, una sociedad binaria.

Somos números en nuestro DNI, tarjeta de identificación de la SS.SS, permiso de conducción, etc. y cada vez más, además de nuestra identificación personal, cada vez más insitentemente, en nuestras relaciones personales al enviar un simple e-mail, de ocio, al contratar el viaje del verano, de entretenimiento, al adquirir una simple entrada de cine para la sesión de los viernes.


Todo se ha articulado como un gigantesco organismo vivo, por cuyas venas, redes de comunicaciones de fibra óptica, fluyen ceros y unos, cual plasma, plaquetas , glóbulos blancos y rojos, transmitiendo el alimento por el que nuestra sociedad, la de la información le llaman, vive, crece y hasta se reproduce.

El mimetismo es de tal calibre que incluso la máquina ha copiado la forma de contraer enfermedades a los humanos, los virus informáticos están también al orden del día y ante tal panorama hoy apunta como notícia de portada en todos los medios, el acuerdo UE-EUA sobre la información que se facilitará sobre el usuario de un vuelo transatlántico, destino EE.UU., normal, lo más fácil del mundo.

Entre eso, las cámaras de videovigiláncia que están por todas partes, los registros informáticos sobre nuestros datos económicos, tendencias sexuales, afinidades políticas y todo lo que se nos ocurra, nos daeja ante el primer Hacker audaz, con el culo al aire a las primeras de cambio.

Esta es una sociedad para la gente joven, lo malo de este tipo de progreso, es que uno deja de serlo a los 20 años, a poco que pierda el tren de la actualidad y se quede como un marginado, eso sí, a ceros y unos.