La situación, lejos de mejorar , empeora. Después de haber hurdido la trama del 11M intentando vincular a ojos de los indecisos en las próximas elecciones generales, el PP y sus fieles vasallos, ha arremetido contra el juez Garzón, idolatrado no hace mucho por esta panda de buitres y martillo persecutor de ETA en múltiples causas y del PSOE de la época de Felipe González, quien quiso comprarle con un ministerio pero la cosa no coló.

Cuando en una sociedad democrática como la nuestra, una organización como el PP se permite el lujo de embestir primero al Poder Ejecutivo y después al Poder Judicial e intenta por todos los medios entorpecer al Poder Legislativo, por el simple hecho de no haber encajado una derrota en su dia, un 14 de Marzo, a todas luces merecida, dice muy poco de la cultura democrática de sus dirigentes, militantes y orbitales mediáticos.

La estrategia del todo vale nos está arrastrando al fango, primeramente a ellos puesto que se descubren ante los ciudadanos como faltos de alternativas políticas, carentes de la habilidad precisa para ejercer una oposción coherente y lo que es más grave, sin la credibilidad que se precisa para aglutinar a suficiente electorado para formar una alternancia.

Y es que el PP, arrastrado según mi modesta opinión por un ala demasiado extrema como poco numerosa a la vez que influyente, se ha lanzado a tumba abierta porque vé que el tiempo se le acaba y la distáncia que les separa del objetivo de todos sus ataques, el PSOE, es a día que pasa más evidente.

He manifestado muchas veces el error de elección que supuso vincular al PP actual con quien supo conducirlo hasta el poder, JMª Aznar. A una decisión inteligente, permanecer durante dos legislaturas, le siguió el mayor error de la derecha moderna de este país, que su exlíder se convirtiera en ideólogo y en el alma mater del partido, haciendo eso y no ?jubilándose? de manera definitiva, ha ninguneado a Mariano Rajoy y se ha cargado de un plumazo cualquier disidencia moderada interna.

El juez Garzón no hace otra cosa que su trabajo, posiblemente las formas que emplea no gustarán a todo el mundo. Se le reprocha ser un juez mediático, demasiado popular, pero en el fondo lo que se tiene que valorar es su eficacia y en eso ha edificado su prestigio precisamente.

No saber separar los roles que cualquier democrácia ofrece es pretender confundir a la población, usurpando las funciones para las que no se ha sido elegido, provocando de facto, un golpe de estado estructural, que a la postre va a perjudicarnos a todos, principalmente al PP quien va a tardar un siglo en volver a ocupar la bancada azul.